
Junto con la inédita crisis global desatada por la pandemia de covid19, el año 2020 será visto a futuro como un período decisivo para las organizaciones y espacios culturales. No solo porque el confinamiento masivo ha alterado las bases del ecosistema artístico y la posibilidad del encuentro presencial. También porque el nuevo escenario ha acelerado un fértil despliegue de creatividad, imaginación y capacidad de adaptación para retener el vínculo con los públicos.
Las estrategias y los principios que venían guiando la conversación sobre cómo desarrollar comunidades de espectadores se han puesto a prueba y, en la práctica, su incidencia cobrará mayor relevancia de ahora en adelante conforme se avance en las etapas de desconfinamiento.
El paisaje que comienza a delinearse está delimitado por los protocolos de distanciamiento físico y por la cautela que genera una eventual reactivación de la emergencia sanitaria. Y al igual que en crisis anteriores, el campo de la cultura y las artes ensaya fórmulas y formatos que permitan transitar el tiempo que viene.
La evidencia internacional y los analistas del sector sugieren que los próximos dos años serán de adaptación y ajustes frente a lo que se ha dado en llamar nueva normalidad o nueva realidad. Como en todo proceso de elaboración de un trauma, habrá momentos de euforia y de parálisis antes de ganar certeza.
Es dable esperar que la relación con los públicos se aborde desde la recuperación o el reestablecimiento de la confianza. Tras una temporada en que la población ha estado expuesta a una campaña mundial con foco en las situaciones de riesgo de contagio y en la necesaria prudencia en el encuentro social, la predisposición de las personas para volver a los espacios de participación cultural se verá impactada. ¿De qué manera? ¿Por cuánto tiempo?
De las encuestas y las consultas on line llevadas a cabo en los últimos tres meses derivan algunas conclusiones en medio de la incertidumbre y de un estado social particularmente cambiante. Quienes tienen más inclinación a volver a los espacios son quienes ya tenían un vínculo estrecho con las artes (este grupo oscila entre un 14 a 20% dependiendo de la fuente que se revise); la mayor parte de la población esperará un período de 3 a 6 meses para asistir nuevamente, y el hallazgo de una vacuna definirá el curso que tome ese flujo.
En lo inmediato, el factor determinante será la actitud previa frente a la actividad cultural. Es decir, la predisposición emocional que explica en gran medida el hábito. Habrá una primera fase de reencuentro con los grupos ya fidelizados; será una oportunidad para revisar las nociones de comunidad, involucramiento y participación en el nuevo contexto. Más tarde surgirá el reto de reconectar con quienes eran públicos ocasionales hasta antes de la crisis, y a partir de allí reimaginar también las estrategias de formación y creación de nuevos públicos.
La amplia oferta de contenidos culturales on line y el acceso liberado a registros digitales durante el confinamiento permiten pensar con cierto optimismo que una contracara de la pandemia será la ampliación y diversificación del perfil de espectadores. Pero esta expectativa se relativiza toda vez que las audiencias digitales son infieles y su socialización en el streaming responde en gran medida a lógicas testeadas y guiadas por algoritmos de recomendación.
Depositar toda la confianza en las nuevas plataformas corre el riesgo de perpetuar una brecha de acceso, aunque es indudable que el escenario naciente deberá incorporar un enfoque digital actualizado para sortear el impacto de largo plazo del tsunami del streaming 2020 que sorprendió a algunas organizaciones mejor equipadas que otras.
De momento, todas son consideraciones hipotéticas. La nueva edición de la revista Conectando Audiencias América Latina -que se pondrá en línea en octubre- será una oportunidad para contrastarlas con la experiencia y el análisis de profesionales del campo de la gestión cultural y del desarrollo de públicos de Argentina, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay.

En una época de incertidumbre, el diálogo y el intercambio de enfoques renuevan su valor. Por ello la publicación contribuirá además desde América Latina a la conversación que generarán los números especiales de la revista que editarán cinco organizaciones europeas vinculadas con la cultura y el conocimiento durante el mismo mes.
2020, EL VALOR DE LA PAUSA será también una manera de documentar el impulso que se ha constelado entre los pares cuando afuera el tiempo pareció haberse suspendido.
Sobre el autor
Javier Ibacache es crítico de teatro y danza y gestor cultural especializado en proyectos de Desarrollo de Audiencias y Formación de Públicos. Dirigió el programa Escuela de Espectadores entre los años 2006 y 2011 en Chile y tuvo a cargo la Dirección de Programación y Audiencias del Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM, desde 2010 a febrero de 2016. Es autor de artículos sobre crítica teatral y formación de audiencias en publicaciones nacionales y extranjeras (entre otros, Creación de público para las artes escénicas, editado en Lima). En la actualidad es director de Programación de Espacio DIANA, de Santiago; coordinador del Diplomado de Mediación Cultural y Formación de Públicos de DIBAM (Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos) y asesor de Festival Puerto de Ideas (de Chile) y de la Corporación Cultural de Quilicura (Santiago).